miércoles, 12 de noviembre de 2014

Intenciones del aprendizaje

Tenemos la tendencia a cuantificarlo todo y esto es algo que ocurre también en el aprendizaje,  por lo cual voy a desligarme de estos hábitos cuantitativos potenciados por legislaciones y normativas centradas en el ideal económico de la oferta y la demanda y me voy a inclinar por la calidad de los aprendizajes. Pienso que si queremos orientarnos hacia un aprendizaje eficaz hay que tener claras las intenciones en torno a los objetivos, métodos, principios, evaluación, etc.  No se trata sólo de conocer las fuentes curriculares o sus racionalidades sino que es fundamental, a la hora de ponerlas en práctica, tener claro cuál será la finalidad del aprendizaje, para darle coherencia al proceso. Aún sabiendo de la dificultad que esto entraña debido a la tendencia de inclinarnos hacia las metodologías en las que hemos sido educados o instruidos en nuestra época estudiantil basada en la instrucción, es decir, en la transmisión  de conocimientos.
Centrarnos en el proceso y no en los resultados me parece fundamental como maestros  ya que es muy habitual recurrir a lo contrario, sobre todo amparándonos en las normas y las leyes, recurso muy manido, en vez de   preocuparnos por los verdaderos problemas de los chicos/as en su desarrollo.
Motivar a los alumnos a través de los llamados “conflictos cognitivos”, problematizando y polemizando los problemas, abriendo su curiosidad tendiendo a clases dialogadas o dialógicas, mediadas con criterio por el docente, sacando a los alumnos todo lo que llevan dentro  a la vez de fomentar que sean ellos los que construyan su conocimiento, abogar por la reflexión y el cuestionamiento potenciando el sentido crítico de los estudiantes. En otras palabras romper las bases de una educación hegemónica a la que Freire denominó bancaria,  es decir, unidireccional, que reproduce e inmortaliza la situación socioeconómica latente en nuestra sociedad.
Por último y no menos importante tener en cuenta a la hora de enseñar conocer a la persona objeto y sujeto del aprendizaje, recordando a Freire “aprender a Pedro”.
Si somos capaces de conocer y manejar las estrategias de un buen aprendizaje,  podremos ofrecer al niño/a una formación de calidad, una mejora de sus actitudes para potenciar una mejor integración y, cómo no, un mejor rendimiento de su aprendizaje.

Si hemos conseguido nuestro objetivo, podremos sentirnos orgullosos y el niño/a hará gala de su reconocimiento convirtiéndose en una persona de provecho, brindando a su vez, la posibilidad de poder dar mayor respuesta a situaciones difíciles con las que ineludiblemente se enfrentará a lo largo de su vida.

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